sos el individuo mas al pedo del mundo nùmero

30/8/13

Cuando no quieres sentir, la muerte puede parecer un sueño. Pero... ver la muerte, verla de verdad, hace que soñar con ella resulte ridículo.


Inocencia interrumpida
¿Alguna vez has repasado todos los momentos con una persona una y otra vez buscando los primeros signos de que algo va mal? Solo hay dos opciones: que es un ser humano malvado y desprovisto de emoción o que es un robot.
¿Alguna vez has sentido que la realidad es más retorcida que los sueños?

28/8/13

Esa era la vida que le quedaba, tratar de encontrar el nombre del que la dejo al final de cada botella de alcohol y revivir caricias pasadas en manos de otros.
Soy lo suficientemente brillante para brillar en tus espacios.

13/8/13

Juraría que jamás lo quise, pero que él sí lo hizo. Que me gustaron sus pecas y su cuello pero que jamás lo quise de verdad. Juraría que jamás quise de él más que esos efímeros segundos a su lado, más que los absurdos besos y su timidez. 
Yo no lo quise y él me amó. 
Juraría que de él me gustaron sus burbujitas y la efervescencia, esa manera que tenía de hacer como que nada le importaba tanto y que no quería verme. Juraría que de él amé su ilusión, el empeño que tenía en serse infiel. 
Tal vez yo lo quise, pero él estaba loco por mi. 
Me gustó de él ese modo de preocuparse, su mirada errante cual estrellas perdidas clavada en mi. Lo que me habían contado acerca de cuánto me quería y aquello de no poder soltarnos ni a mi ni a mi recuerdo, una tarde tras una boda cualquiera, robando pétalos de rosas, tan rojas como sus labios. 
Me gustó de él que ni una sola vez ha latido mi corazón por sus suspiros y él, él que habría sido capaz de matar, manchando su nívea inocencia, por mi. 
Me gustaba de él todo eso de que estaba polarizada, de su salvajía y lo del ángel abandonado. Y me enamoró cómo sufría por cada sintecho que veía, que no se cuidaba y evitaba los espejos. 
Me gustaba de él que ni siquiera él se quería, que estaba tan solo y teñido de lágrimas, perdido en círculos polares, plantado en cemento. 
Y no le molestaba que no lo quisiera, que ni siquiera lo amara, pero aún así me quería más que a su propia alma. 
Bueno, tal vez lo quise un poco, pero él mucho más. 
Él, que no sabía mucho de eso de besar pero adoraba aquello de abrazarse al primero que encontrara, y eso de escuchar mis latidos y asegurarse de que nadie se iba nunca. Y que fue el valiente por romper el hielo y jugarlo todo a una cartas sin valor alguno. Lo apostaba siempre todo. Todo su capital y cada una de sus moléculas, intentaba dejarse llevar y créanme cuando les digo que ojalá no lo hubiese destrozado porque la realidad es que yo nunca quise nada de él pero que habría parado el mundo por verlo sonreír. Tal vez fui la última a la que amó con algo de cordura y las más absurda de las locuras a la para y es que él y yo sabemos que busca a alguien mejor. Busca a alguien mejor que yo cuando todo el mundo lo es pero aún así él me ama. 
Él necesitaba que lo amara y yo jamás lo hice. Y es que me escribe historias en la cama bien entrada la madrugada. 
Y ya no puede abrazar sin recordar mis latidos desiguales y algo nerviosos por aquello de no querer soltarlo y aún así no estar a su lado. 
Y ya no juega a ser mejor porque lo até a sus fantasmas. Todo podría estar mejor porque rompe a llorar al pensar en mi y es que yo jamás lo quise pero no sé dónde habría llegado él por mi. 

Y es que yo lo quise pero él a mi no tanto. Porque creo que lo quiero y quiero creer en algo más. Porque no puedo quitármelo de la cabeza, con sus vestidos de colores y sus abrigos tan gruesos. Y las piernas que parecían romperse caminando por las calles aquél Febrero.

382

Lo que dura se estropea y acaba pudriéndose, nos aburre, se vuelve contra nosotros, nos satura, nos cansa. Cuántas personas que nos parecían vitales se nos quedan en el camino, cuántas se nos agotan y con cuántas se nos diluye el trato sin que haya aparente motivo ni desde luego uno de peso. Las únicas que no nos fallan ni defraudan son las que se nos arrebata, las únicas que no dejamos caer son las que desaparecen contra nuestra voluntad, abruptamente, y así carecen de tiempo para darnos disgustos o decepcionarnos.


-Los enamoramientos, Javier Marías-